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26/01/2016 - Sin categoria

La confusión del veganismo

Un análisis sobre el consumo de carne y la compasión por los animales de uno de los ambientalistas argentinos más reconocidos.

Uno de los grandes problemas ambientales es que las verdades se mueven reptando lentamente por la selva mientras que las mentiras vuelan rápido por cielo despejado. Otro de los
problemas es que desde las buenas intenciones se pueden tomar malas decisiones.

Por eso dedico este artículo a quienes dejaron de alimentarse con carne por compasión o solidaridad con los animales. No lo dirijo, entonces, a quienes evitan su consumo por motivos
nutricionales, filosóficos o religiosos. Tampoco resultará apto para fanáticos, fundamentalistas o para quienes no dudan de sus creencias u opiniones. No pretendo herir a nadie.

Hay personas que suponen que al evitar el consumo de carne no matan animales. Tengo una pésima noticia para ellas: no es cierto. El más despojado plato de arroz o un simple pedazo de
pan también implica un impacto mortal para muchos animales. Que no lo veamos ni sepamos es otro tema. Pero la muerte está presente de un modo inevitable. No existe el desarrollo
humano con impacto ambiental cero: para que nosotros podamos vivir muchas formas de vida deben morir. Esta afirmación es chocante pero es una de las verdades más obvias de la
ecología, que es la ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos entre sí y con su ambiente.

Vegetariano u omnívoro

Aclaro que fui vegetariano. En mi adolescencia creía que era una forma de evitar el sufrimiento y la muerte de los animales. Después de un par de años volví a ser omnívoro. Les explicaré
los motivos, advirtiendo que no pretendo convertir a nadie a ninguna filosofía o estilo de vida. Solo busco arrimar información, impresiones y experiencias para ayudar a quienes quieran
revisar sus decisiones alimenticias con implicancias ambientales.

¿Qué me hizo cambiar de opinión y de conducta? La constatación de la realidad ambiental en el terreno y, fundamentalmente, la comparación de los campos donde se producen nuestros
alimentos. Por eso, les propongo repetir el ejercicio. Visiten un campo ganadero y otro agrícola en una misma región y anoten la diversidad de formas de vida que ven en cada uno de
ellos. Este ejercicio se puede hacer registrando solo la presencia de aves, anfibios, reptiles, peces, mamíferos, mariposas, hongos o plantas, o de todos estos grupos.

El resultado será inequívoco: un cultivo (soja, trigo, maíz o arroz, para mencionar los más extendidos) no conviven con mucho más que sí mismos. Incluso, sucede esto con la huerta más
orgánica del mundo. Las especies animales no solo no son bienvenidas sino que en los cultivos no orgánicos (la mayoría) son combatidas con biocidas o agrotóxicos (venenos), cuando no,
tiros u otras formas de lucha para evitar la presencia de predadores que ocasionan daños y pérdidas económicas.

Una de las impresiones más contundentes fue el contraste entre la abundante vida silvestre de los esteros y arroyos del nordeste argentino con las arroceras vecinas. En estas últimas no
había lugar para carpinchos, ciervos de los pantanos, lobitos de río, boas curiyú, garzas, gallaretas ni patos. Para cultivar arroz se drenan esos esteros, arroyos y riachos para que les
deriven su agua y muchas veces, terminan secos o muertos, sin vida. Como se empobrecen o destruyen esos ambientes naturales muchos animales silvestres desamparados buscan
refugio o comida en los cultivos que los han reemplazado. Y ahí se desata un segundo golpe. Para evitar que las aves o mamíferos coman los granos o brotes se esparcen semillas
envenenadas o se traen tours de cazadores salvajes a desterrarlos a tiros de plomo (también contaminante). Nadie que sepa esto puede decir que por no comer carne y alimentarse con
arroz, por ejemplo, no se matan animales.

Claro, la muerte es distinta porque ocurre más lejos, de un modo difícil de ver y variada en su forma (alterando el ambiente, envenenando o disparando balas). Una característica
fundamental es que no se matan puntualmente los animales domésticos a consumir (para los que hay una sensibilidad más desarrollada), sino una enorme cantidad de animales de una
gran diversidad de especies silvestres: desde invertebrados hasta peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos. Estos impactos se tornan ?invisibles? a la distancia de una gran ciudad y en
consecuencia son poco emotivos. Y lo que no emociona no es evocado.

Por desconocimiento, entonces, se tiene mucha más sensibilidad por los animales domésticos que por los silvestres (como si estos últimos tuvieran menos derechos), cuando el nivel de
preocupación debería ser inverso. A diferencia de lo que ocurre con las variedades domésticas, las especies silvestres que se extinguen no tienen reposición. Este disparate tiene un
correlato coherente, aunque irracional. Entre muchos vegetarianos y veganos hay dolor o lamento constante por la muerte de animales domésticos (que vale la pena aclarar, están fuera
de peligro de extinción porque se crían a gran escala) y un silencio sepulcral ante la muerte de la multitud de individuos de especies diferentes de la fauna salvaje. O lo que es peor, ante la
desaparición del ambiente en el que conviven miles de formas de vida, muchas veces, de especies amenazadas.

Ganadería y agricultura

Por otro lado, con respecto a la ganadería, cuando se practica de un modo extensivo (o sea, a campo) se pueden ver garzas, ranas, culebras, peces, zorrinos, zorros, gatos monteses,
hurones, perdices, hongos y muchas otras formas de vida entre los vacunos, los lanares o los caballares. Y si fuera realizada sobre pastizales nativos, es posible la convivencia hasta con
especies amenazadas como los venados de las pampas y el yetapá de collar.

Pero la ganadería viene cediendo terreno a la agricultura. Y, de hecho, la expansión de la frontera agrícola (junto con la urbana) viene siendo desde hace décadas la principal amenaza
para la naturaleza argentina, dado que va arrasando con nuestros bosques, selvas, montes, sabanas, esteros y pastizales para reemplazarlos por campos de cultivo. Si la humanidad se
hiciera vegana para la naturaleza sería una tragedia.

Está claro que -de una u otra forma- la humanidad debe alimentarse y eso genera ineludiblemente un disturbio en la naturaleza, ya sea para reemplazarla o para intervenirla. Y cuando
nuestra población crece como lo hace desde hace siglos, de un modo irresponsable o desentendido de la capacidad de carga del planeta, la agricultura se transforma en el mecanismo más
fácil para proveer alimentos a gran escala y, en consecuencia, a gran impacto ambiental.

Desde luego existen formas más amigables de cultivar, pero no se practican a gran escala y menos en el contexto de crecimiento poblacional mundial.

También existen formas menos cruentas de matar a los animales, pero cuando uno es sensible, hasta la eutanasia programada duele. Lo cierto es que existen técnicas para aplicar una
?muerte humanitaria?, que es inmediata, evitando maltrato, crueldad y agonía. Si se aplicara en los mataderos o ?criaderos? se evitaría el maltrato y agonía que caracteriza a muchos de
ellos. Ojalá tuvieran esta oportunidad los miles de animales silvestres que mueren cotidianamente envenenados por el uso de agroquímicos, mal heridos o baleados por los cazadores
asociados con la defensa de los cultivos o los que quedan hambrientos y sin refugio porque su ambiente fue arado.

Para evitar que se maten animales la única solución es dejar de comer. Ya hemos visto que cualquier dieta capaz de sostenernos acarrea más muertes de las que imaginamos. Uno de los
grandes temas a resolver a escala mundial es cómo transformar la actual producción industrial de alimentos en un modelo compatible con la conservación de los espacios silvestres. No
solo practicando agricultura y ganadería sostenibles y sustentables, sino también siendo más humanitarias con las demás formas de vida.

Este caso ejemplifica lo difícil que es catalogar de ?blanco? o ?negro? un tema ambiental. La realidad tiene abundantes tonos de ?grises? y es más compleja a medida que nos
interiorizamos
en ella. Al principio, suele ser ingrato hacerlo porque ?sin anestesia- destroza ideas utópicas propias de un mundo ideal. Así, concluiremos en elegir la opción menos mala en lugar de la
más buena.

Nuestro mundo real es imperfecto y no tenemos otro. Es difícil cambiarlo si no nosotros no cambiamos. El historiador escocés Thomas Carlyle (1795-1881) dejó una reflexión oportuna para
esta situación: ?¿Que esta es una mala época? Pues bien, estamos aquí para hacerla mejor?. Si aceptamos el desafío se hace ineludible detenernos a contrastar ideas y realidades para
tomar decisiones inteligentes y buenas.

Glosario:

Ecólogo, ecologista y ambientalista; naturista y naturalista; conservacionista y proteccionista, abolicionista y bienestarista, vegetariano y vegano no son sinónimos entre sí y menos todavía
forman parte de un mismo grupo de pensamiento. Son tan distintos que algunos piensan de modo opuesto o se ocupan de asuntos diferentes y no necesariamente complementarios. Por
eso comparto una suerte de glosario básico:

-Ambientalista: especialista en la problemática ambiental.

-Abolicionista: defensor de los derechos de los animales contra su aprovechamiento o uso humano. Sostienen que todos los seres sintientes (humanos y no humanos) tienen los mismos
derechos.

-Bienestarista: quien sostiene que es moralmente aceptable que los humanos usen o aprovechen otros animales como fuente de alimento, vestimenta, mascotas y otros usos mientras se
evite su sufrimiento innecesario.

-Conservacionista: persona a favor de la conservación de la biodiversidad y de la gestión sostenible y sustentable de los recursos naturales.

-Ecologista: militante de la defensa ambiental que se basa en acciones mediáticas o manifestaciones públicas.

-Ecológo: científico dedicado a la ecología (la ciencia que estudia las relaciones entre los seres vivos entre sí y con su ambiente).

-Especista: quien discrimina moralmente entre las personas y los animales, en contraposición con el ?especista cero?, que sostiene la igualdad moral o la no discriminación entre las
personas y los ?animales sintientes?.

-Naturista: persona que además de su régimen vegetariano usa los agentes naturales para conservar la salud y tratar sus enfermedades.

-Naturalista: estudioso de la naturaleza o de la historia natural.

-Proteccionista: defensor de los derechos de los animales.

-Vegetariana: persona cuyo régimen alimentario tiene como principio la abstención de alimentos de origen animal. De acuerdo a su amplitud de criterio, aceptan o no el consumo de
lácteos, huevos y miel.

-Vegana: personas cuyo régimen alimentario es el de un vegetarianismo estricto, que rechaza el consumo de servicios y productos de origen animal (incluyendo huevos, lácteos y miel).
Normalmente, extiende su rechazo a todo uso, aprovechamiento o explotación de los animales (anti especista).

Fuente: Por Claudio Bertonatti. Noticias Agropecuarias (www.noticiasagropecuarias.com)

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