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25/10/2020 - Agricultura Familiar

El otro campo: agricultura y ganadería familiar

La actividad rural en el distrito incluye diversas prácticas, algunas de las cuales transitan por fuera de las lógicas dominantes en el sector. Puntos de encuentro: potencian la organización, atienden al concepto de soberanía alimentaria.

Como categoría de análisis sociopolítica tiene una larga tradición histórica en el país. El antecedente más inmediato y recordado se remonta al conflicto por la famosa Resolución 125, que dividió aguas entre propios y extraños sobre el "campo", un concepto que pese a estar tan presente en el lenguaje patrio se vuelve indefinido cuando se atienden las diversidades que lo componen. Aunque existan posturas hegemónicas, la realidad cotidiana es heterogénea.

Luján, como distrito con fuerte impronta rural, no escapa a esa lógica. Su diversidad productiva y de escalas así lo demuestran. Si bien la soja como forma de producción intensiva (y dominante) también se refleja en el distrito mediante un crecimiento constante de las hectáreas sembradas (alrededor de 14.700), entre sus actores no se perciben grandes jugadores, sino medianos productores que pueden encuadrarse en la categoría de chacareros. Este modelo, sin embargo, se inserta en un esquema productivo general con epicentro en la pampa húmeda.

Por fuera de ese circuito, aparece otro grupo de actividades agroganaderas. Muchos de esos casos tienen puntos de contactos. En primer lugar porque comparten una tendencia a la organización con objetivos de superar las dificultades individuales. Además suelen asentarse en la idea de soberanía alimentaria, con aspiraciones de potenciar sus roles como proveedores locales de alimentos. De ahí la búsqueda de generar puntos de ventas que contrarresten la concentración propia de ciertos rubros. Comparten también formas productivas saludables, ancladas en la agroecología. Y conviven con tensiones por diferentes formas en el uso del suelo, entre un modelo agropecuario dominante y las apetencias inmobiliarias. Son, en definitiva, el corazón de lo que se conoce como agricultura y ganadería familiar.

SER Y PODER SER

Roberto Burgos es una de las caras visibles de la Feria Franca Luján, un espacio que en mayo cumplió ocho años de vida y que recientemente retomó la actividad habitual luego de un largo parate producto de la pandemia (ver "Regreso"). Es un intento exitoso, con epicentro en el Parque San Martín, que acerca a productores y consumidores. Burgos integra además la Asociación de Familias Productoras de la Cuenca del Río Luján.

"En el partido no hay grandes extensiones de superficie en una sola persona. Creo que nosotros ocupamos el lugar de la denominada agricultura familiar, campesina e indígena y lo que serían pequeños y medianos productores. Lamentablemente a veces muchos vecinos no se consideran de la agricultura familiar. Pero en muchos casos hablamos del antiguo chacarero, el que tenía diversidad productiva y no estaba encasillado en un pool sojero. Luján no tiene pool de soja, son todos productores locales. El tema es en qué lugar nos queremos ubicar como productores de alimentos", explicó al ser consultado por este medio sobre los alcances de la agricultura familiar.

Su mirada implica algunas declaraciones de principios que chocan con miradas hegemónicas que sirven para encorsetar el universo rural. En ese sentido, para Burgos "la agricultura familiar, en todas sus expresiones, es productora de alimentos, y creo que hay que hacer un hincapié muy fuerte en eso, con políticas públicas y locales para favorecer el desarrollo de la producción de alimentos, el autoabastecimiento local y darle valor agregado a esa producción primaria para generar más mano de obra y favorecer la comercialización a través de ferias y mercados populares".

El referente de la Feria Franca de Luján considera que "hay muchas organizaciones que están tomando esta postura y productores que no se definen como agricultura familiar pero están produciendo en este contexto".

Desde la perspectiva de Burgos, la dinámica del mercado impacta en los aspectos de calidad y precio. Algunos rubros en particular se vuelven ilustrativos: "Hoy no sabemos cómo nos alimentamos con estos alimentos superindustrializados. Un ejemplo es la leche. Tendríamos que tener un lugar de elaboración local de lácteos. Luján es una ciudad productora de lácteos. No favorecer los monopolios, que después son los formadores de precio y lo termina pagando el ciudadano común. Distorsionan los precios. No se justifica traer una leche de 600 kilómetros, procesarla y luego trasladarla otros 600 kilómetros. Eso tiene un costo y se paga. El sector lácteo puede desarrollarse en cualquier lado. Lamentablemente la industria láctea mató los tambos y no existió una política regional que diera fortalezas a cooperativas o pequeñas pymes para darle un valor agregado local y tener una variante de producción regional".

En la misma línea, Burgos planteó que "somos un país productor de alimentos y lo único que estamos vendiendo son materias primas; creo que ese es un gran problema que tenemos como país".

"Lamentablemente tenemos que vender materia prima para alimentar chanchos en otro lado y nos queda toda la contaminación con las consecuencias en la salud. El beneficio es para siete u ocho grandes exportadores, más allá de cierta cantidad de dólares que ingresan. A veces los conceptos están mirados desde una sola óptica, desde la mirada de la mayor renta presunta, pero no pensamos en la sustentabilidad. Me parece que hay un montón de cosas que deben discutirse dentro de la sociedad. Hay una mayor preocupación por saber qué se come y cómo se come. Creo que los productores también deben entender que pueden existir alternativas y variantes. Acá nos ponen siempre en la grieta. Cuando uno piensa algo diferente, más social e inclusivo, te ponen del otro lado de la vereda, siendo que en realidad uno habla desde el bien común. No estamos hablando de sacarle nada a nadie, sino de que la renta esté más repartida entre todos", agregó.

Algunas de estas prácticas que transitan la producción en pequeña escala ocupan zonas intermedias entre la trama urbana y rural propiamente dicha. Se trata de sectores que no están exentos de tensiones por diversos usos de la tierra. La aplicación de agrotóxicos para la agricultura intensiva es uno de esos factores de discordia. Desde hace varios años, Luján cuenta con una ordenanza que limita las fumigaciones, aunque las denuncias se repiten.

Burgos apuntó que "es un tema recurrente". Y consideró imprescindible "poder trabajar todos juntos porque todos hacemos a Luján, aunque haya diversidad de pensamiento, con el objetivo de contribuir a forjar un partido productivo con una mirada de valor agregado para aumentar los puestos de trabajo y que los vecinos tengan una mejor calidad de alimentos".

La regulación estatal se vuelve clave: "En las áreas periurbanos deben existir reglamentaciones claras. Las organizaciones de la agricultura familiar creemos que no alcanza con un Código de Ordenamiento Urbano, sino que debe existir un código rural en el cual se pueda planificar los territorios para la producción. Es una herramienta que se debe trabajar. Es una manera de ir poniéndole cierto límite a los capitales especulativos, más que nada a lo que es el avance de los pool grandes de siembra o el crecimiento de las ciudades mediante los desarrollos inmobiliarios. Por su ubicación, Luján va a seguir creciendo y no queremos que sea una ciudad dormidero como Pilar. Creo que la mayoría de los vecinos no quieren perder la imagen de la ciudad que tiene. Debe darse un desarrollo armónico, con capacidad de producir sus propios alimentos. Esa es la gran disputa. Hoy el dinero está en lo inmobiliario y en lo concentrado. Para el pequeño productor la cosa se complica".

Otro aspecto que comparten estas experiencias apunta a la necesidad de generar espacios directos de comercialización. La Feria Franca es, al respecto, una muestra de lo posible. Sus responsables, en conjunto con otras organizaciones, trabajan en un nuevo proyecto. Apunta a la creación de un mercado cooperativo de alimentos. En lo inmediato el objetivo es lograr la cesión de un galpón ferroviario actualmente abandonado. La idea es que funcione de lunes a lunes. Ahí se articularía producción, valor agregado, una cocina, una carnicería y sala de dulces y panificados. Y en ciertos días de la semana abrirlo también para que se capaciten vecinos en ese espacio.

AVANCES

Esta lógica de buscar alternativas que superen los circuitos comerciales plagados de intermediarios es también uno de los ejes de la Colonia Agrícola 20 de Abril, una realidad en las tierras del ex Instituto Ramayón. El próximo sábado 24 será inaugurado en sus instalaciones un almacén de productos agroecológicos y cooperativos.

El proyecto general nació hace más de cinco años. Es protagonizado por familias de productores hortícolas llegadas del Gran La Plata, donde debían lidiar con el precio creciente de los arrendamientos y el uso de agroquímicos. Desde su desembarco en Luján, el colectivo que integra la Unión de Trabajadores de la Tierra fue generando distintos dispositivos de venta, bajo la idea de "precio justo".

"Generalmente cuando te venden verdura agroecológica te quieren arrancar la cabeza con los precios. Nosotros buscamos un precio popular. La idea es que todos puedan acceder y que sea igualitario para todos. Es ponerse en el lugar del productor y del cliente", comentó Jenifer Ramos Perales.

El nuevo emprendimiento busca favorecer que los vecinos "puedan encontrarse con variedad y verduras sanas", al tiempo de fomentar circuitos comerciales no convencionales y continuar con el fomento de la agroecología. "Además de la verdura también vamos a tener frutas y productos de otras cooperativas que producen lácteos", agregó.

En la actualidad, la Colonia 20 de Abril está compuesta por más de 25 familias que producen alimentos sanos. Cada grupo familiar trabaja una parcela, donde conviven diferentes variedades vegetales según la época del año.

La posibilidad de acceder a la tierra sin costosos alquileres implica también un cambio que redunda en una mejor calidad de vida: "En La Plata trabajabas para pagar el alquiler, te explotabas trabajando. El día a día era para pagar gastos. Acá la ventaja es que no tenés esa preocupación. Trabajás más tranquilo, con tus propios horarios de trabajo. En el caso de mi papá, allá se la pasaba trabajando, arrancaba a las 5 de la mañana, paraba a comer y volvía a trabajar", recordó la joven.

LO COLECTIVO

La vigencia de la Colonia en tierras que antiguamente correspondían al Instituto Ramayón expresa las potencialidades de los procesos colectivos. Esta capacidad de organización del mundo rural de raíz familiar está muy presente en Luján. Existen diversas asociaciones que nuclean a producciones específicas.

Uno de esos casos es el de la Asociación de Productores Ganaderos Familiares (APROGRAF). Aníbal Bianchi fue su primer presidente. Atado a un apellido con fuerte tradición textil en la zona de Jáuregui, hace más de una década que decidió incursionar en la cría de animales. "Siempre me gustó esto y cuando tuve la posibilidad empezamos a probar y ahora es mi actividad principal", contó.  

En su experiencia la instancia organizativa sigue cumpliendo un rol central: "Desde el inicio de la organización, las vivencias siempre fueron positivas, tanto en lo comercial como en lo afectivo. Estamos muy conformes con la asociación. Siempre de la mano de la gente del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) que nos dio un apoyo muy importante y fueron quienes nos incentivaron a agruparnos. Hemos presentado muchos proyectos y tenemos muchos elementos compartidos entre los asociados, como una jaula para trasportar el ganado, corrales móviles, un termo de inseminación y una casilla de trabajo, botiquines de veterinaria. Somos todos pequeños productores y necesitamos estar asociados para ser visibles. Hemos pasado años críticos y apoyándonos salimos adelante".

Bianchi agregó que el intercambio de saberes es otro de los puntos fuertes y ventajosos de pertenecer a un espacio común.

La condición de productores ganaderos familiares impone particularidades al trabajo y las proyecciones. Para Bianchi, la clave es "minimizar los errores y maximizar la producción". Esto hace, por ejemplo, "que el campo esté siempre sobrecargado, es decir, que tenemos más animales por hectáreas que un productor grande, como forma de que sea productivo y te genere un buen ingreso".

"Eso lleva a estar siempre proyectando y no quedarte. Sabemos que la ganadería no es el fuerte de la zona. En los últimos años la cantidad de cabezas ha mermado bastante, en un 30 o 25 por ciento. La agricultura siempre tiene otro atractivo. Pero veo que hay cosas que se pueden llegar a hacer para seguir mejorando. Ahora estamos trabajando conjuntamente con el Municipio para ver el tema de los caminos rurales. Hace muchos años que hay mucha decadencia con eso, caminos que se han perdido. Si uno quiere incentivar la producción, lo primero que necesitamos es un acceso para entrar y salir, que no sea un impedimento. Hay un montón de cosas para hacer".

Fuente: elcivismo

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